El sentido común y la buena intuición suelen ser de las mejores armas a la hora de desarrollar y diseñar videojuegos. La simple observación de fenómenos simples te pueden llevar a hacerte plantear si no quedará potencial de la máquina sin exprimir. Hoy os traemos la historia cepecera de un talentoso desarrollador que allá por donde pasó supo sacar el máximo partido al sistema: Martin Pedersen.
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